lunes, 12 de septiembre de 2011

Cosas que Oigo en Radio-3

Texto del programa Carne Cruda/ Radio-3
Javier Gallego

Las Torres siguen cayendo

A Frank le despertaron los gritos de su madre en la cocina y el volumen de la televisión. Debían de ser las 8 y media de la mañana, se le habían pegado las sábanas y llegaba tarde al instituto, en el centro de Denver. Pero cuando salió del baño y fue a tomar el desayuno, lo que vio le hizo darse cuenta de que ese día no iría a clase.
Tenía 15 años. Jean Charles lo vio con su novia de entonces en el telediario de la noche en su casa en Gonzaga, una localidad del interior de Brasil en la que vivía desde que había nacido 23 años antes. Había oído algo por la radio pero había estado todo el día fuera y no había podido ver las imágenes de las Torres Gemelas de Nueva York desplomándose entre polvo y llamaradas.
Helen las vio en un escaparate de unos grandes almacenes. Iba a una de sus clases en Glasgow cuando se detuvo con una muchedumbre que miraba en silencio las pantallas. En la clase no hablaron de otra cosa.
Livia las vio en una cafetería de Rimnicu Sarat, al noroeste de Bucarest, donde trabajaba a sus 25 años en un taller de confección. El jefe de la planta les dejó a ella y sus compañeros hacer una parada para salir a verlo y cruzaron la calle hasta el café más cercano. Durante un rato sólo pudo pensar “qué horror, qué horror”. Después llamó a su madre sólo porque sentía ganas de oír su voz.  
Manadel recordaba haber oído la voz de su padre muy preocupado al otro lado de la pared de su cuarto en Bagdad aunque él no sabía exactamente por qué. Él estuvo viendo las imágenes en el salón de su casa hasta que le llamaron sus amigos de 12 y 13 años y se bajó a la calle a jugar con ellos.
Behjat acababa de cumplir 10 y vivía en Sirobi, 70 kilómetros al este de Kabul. Ella y sus dos hermanas no vieron la caída de las Torres Gemelas hasta unos años más tarde. Ese día su madre las obligó a estar con ella mientras observaba asustada y sin comprender las idas y venidas de vecinos y amigos de su padre que discutían acaloradamente sobre algo que ella era muy joven para entender.
 A Murat también le costó comprender que lo que estaba viendo no era parte de una pesadilla. Con 19 años, trabajaba como portero en una discoteca de Bremen, Alemania, y acababa de levantarse cuando vio en la tele lo que estaba pasando y llamó a un amigo para preguntarle si lo estaba viendo.
A José le sacaron de su trabajo con la misma pregunta. Llevaba 7 horas metido en una cabina de montaje en Madrid, editando las imágenes de su último viaje con el buque Hespérides a la Atlántida para un reportaje. Algunos compañeros entraron en tromba y le hicieron poner la televisión. Y entonces pensó que tendría que estar en Nueva York grabando y viendo con sus propios ojos lo que estaba pasando ese 11 de septiembre de 2001.
11 SSSSSSSSSSS Todos ellos recordaban lo que estaban haciendo el 11 de septiembre de 2001. Es una fecha marcada a fuego. Todos se preguntaron “qué va a pasar ahora”. Ninguno imaginó que esas torres se les estaban cayendo encima también a ellos. Diez años más tarde ninguno de ellos está aquí para contarnos cómo vivió aquel día.
Frank murió en 2007 en una emboscada en Kirkuk, Irak, donde estaba destinado con las tropas Estadounidenses. Tenía 22 años.
Jean Charles tenía 27 cuando fue tiroteado por Scotland Yard en la estación de metro de Stockwell en Londres, ciudad a la que se había trasladado desde Brasil dos años antes. La policía que le asesinó lo confundió con un sospechoso de los atentados del 7-J londinense.
En ese atentado murió Helen, que había dejado Glasgow unos meses antes para probar suerte en la capital del imperio. Cuando la bomba que arrasó su autobús estalló, tenía 28 años. Los mismos que tenía Livia cuando perdió la vida en los atentados del 11 de marzo en Madrid. Su familia rumana recibió la noticia en Coslada donde vivían sus padres y hermanos desde que emigraron con ella en 2002.
Manadel nunca salió de su país. Murió en 2003 en un atentado suicida en el centro de Bagdad. Nunca supo que su padre iba a morir unos meses más tarde en la prisión de Abu Ghraib víctima de torturas de las tropas aliadas.
Las mismas que asesinaron a José, cámara de la cadena de televisión española Tele 5, al que dispararon en la capital iraquí donde había ido porque quería grabar y ver con sus propios ojos lo que estaba pasando. Ya no pudo ver ni grabar cómo la pequeña Behjat moría en un fuego cruzado en Sirobi, Afganistán, en la guerra entre los talibanes y los aliados.
La guerra que llevó a Murat a Guantánamo. Fue detenido por los cazarrecompensas cuando volvía a Bremen de un viaje a Pakistán para estudiar el Corán. Era un simple portero de discoteca de origen musulmán y sufrió torturas y vejaciones durante 5 años. Es el único de los protagonistas de esta historia que está vivo y puede contarlo. Puede contar que vamos en aviones suicidas directos a estrellarnos contra un muro, que hay pilotos terroristas en ambos bandos, que con las torres cayeron también sus derechos, que no han dejado de tirarnos torres encima desde entonces, que las torres no han dejado de caer sobre la gente en todos estos años.

2 comentarios:

mimi dijo...

tantas tristes torres. Qué bueno es este programa.

Anónimo dijo...

aquí estoy de insomnio y mira por donde, que me meto en san andresito y me encuentro ese retazo tan magnífico de radio 3!


gracias, guapa